por Natalia Morales
Conocer a
nuestro partido, nuestra organización, es conocer de lleno la historia, nuestra
tradición, combates, luchas, de quienes no claudicaron en distintos momentos de
nuestra historia, la de los explotados y oprimidos. Como potencia refuerza la
moral de lo que somos. Soy parte y somos un todo, en el que aportamos y
apostamos de manera consecuente, en este proyecto liberador para nuestra clase,
combatiendo todo tipo de presiones en la que no estamos exentos. Somos fuerza,
un partido vivo, que se alimenta día a día. Así es, que desde el lugar donde estoy,
en el norte de este país, voy haciéndome carne, y forjando mi identidad, mis
convicciones, entre un ida y vuelta con mis camaradas, no solamente de la
regional en la que me encuentro y aporto, sino también con mis pares de otros
puntos de este país, y de los países hermanos que pude conocer, y que refuerza
nuestro sentido más profundo, hacemos carne nuestro internacionalismo. Sin
tantas batallas dadas sobre este cuerpo, fui asumiendo como parte las de mis compañeros.
Así estoy de pie, con las piernas firmes. Cargada de esa, nuestra historia, que
une generaciones.
Ante mis
ojos veo que cada vez nuestras filas crecen de jóvenes combativos, de
trabajadores del campo y de la ciudad, de mujeres luchadoras, que van haciendo
su proceso personal y colectivo volcándose de lleno al desafío que perseguimos
como partido, y tomar en nuestras manos las banderas de la revolución. Es así
que puedo hablar de nuestra camarada Dora, quien como tantos niños pobres,
desde muy chica y en su país natal, trabajó limpiando la casa de otros. Sufrió situaciones violentas como tantas miles de
mujeres y sintió sobre su cuerpo el peso de la discriminación por ser
trabajadora inmigrante en este país. Sin embargo, no dudó en organizar con
quienes contaba a su alrededor, y así con docentes y niños enfrentó la
dictadura y a la iglesia en Paraguay, resistió y luchó junto a trabajadoras
textiles en Brukman, y hoy sigue dando pelea contra las patronales que explotan
y oprimen a los trabajadores inmigrantes, firme por los derechos de las
mujeres. Me llena el alma de verla compartiendo con compañeros más jóvenes, de
cómo sus fuerzas no se acaban e intenta convencer a otras mujeres, de
transmitir esperanza, de que las cadenas que nos explotan y oprimen pueden ser destruidas.
Las brechas de edades se diluyen, todo lo vivido, la experiencia se transmite,
así se genera tierra fértil proclive a dar sus frutos. Esa es Dora. Parte
integrante de lo que queremos ser como personas. Quienes nos proponemos luchar
por nuestra y la libertad de las mayorías. Dora escribía hace unos días: “… A mis 67 años pase por
todo en esta vida, pero jamás me quede con nada ajeno. Desde los 13 años que
trabajo en paraísos ajenos de sirvienta, aguantándome la soberbia y la avaricia
de empresarios como los Pescarmona, políticos, curas...Con la firme voluntad
de cambiar la vida, que la tortilla se de vuelta he enfrentado a militares, curas,
estancieros en plena dictadura paraguaya, he resistido siendo discriminada como
inmigrante en la Argentina de los 90 y junto a las heroicas obreras de Bruckman
y su fuerza enfrentamos desalojos y ellas pueden dar fe de nuestros valores. Posteriormente
encontré una herramienta de lucha y organización en el PTS siendo parte de Pan
y Rosas hace más de diez años! No nos detendrán las intrigas, las mezquindades
o resentimientos personales. ¡Mi corazón seguirá latiendo por la revolución
siempre!...”
No hay comentarios:
Publicar un comentario