viernes, 8 de marzo de 2013

A propósito del 8 de marzo Día de la mujer trabajadora: Milagros y Clemencia


por Natalia Morales y Joaquín Ramírez

Maria Milagros Patrón Costas es una apasionada de los caballos. Así participa año tras año de los concursos de caballos peruanos y mestizos. Rubia, de ojos azules, de jóven fue una flamante reina de los estudiantes en su colegio católico. Rubia en tierras de pieles morenas. Presidió dos veces consecutivas la Sociedad Rural de Salta, la primera mujer que lo hace. Lleva con honor el apellido de su clase social: Patrón Costas. María Milagros fue candidata del kirchnerismo y es diputada provincial en la Salta de Urtubey. Reivindica ante todo la tradición. Su tradición. La de explotadores de los pueblos originarios del norte argentino. Con toda la hipocresía que caracteriza a su clase nos dice “la mujer representa la lucha por la libertad, el amor, la esperanza y la transmisión de valores que recomponen a la familia y a la sociedad en general”. Esta mujer es la que lucha por la libertad de los patrones de adueñarse de campos ajenos, de superexplotar sin ninguna contemplación a los trabajadores norteños. Esa es su transmisión de valores. Los valores de los Patrón Costas son los de asesinos de miles de obreros originarios que trabajaron en condiciones insalubres haciendo prematuras sus muertes y las de sus familias en el Ingenio San Martín del Tabacal. El único hijo de Milagros es empresario ganadero. Ella barniza su ideología oligarca con un cinismo sin límites: escribe poemas sobre los desaparecidos.

Clemencia, en cambio, es una mujer trabajadora de Lipeo, también en Salta. Morena y con sus años bien marcados. En su tierra no hay agua potable ni energía eléctrica. “Como no había agua ni en el centro de salud ni en la escuela tiramos una manguera desde la vertiente pero es peligrosa vienen bichos en el agua y cuando llueve aumenta la suciedad, cuando se pone turbia hay que esperar”. Señala a los responsables, “hace muchos años que hay proyectos pero ninguno se hace, pasan los gobiernos y ninguno se ocupa, por eso nosotros reclamamos y queremos hacer marchas”. Luchan por los servicios desde el “Club de madres”. “Ahí empezamos todas las discusiones, las mujeres. Después lo discutimos en las reuniones de la comunidad, pero el lugar donde empiezan es el ‘Club de madres’. También hay clubes en los otros pueblos cercanos”. Clemencia trabaja desde los 12 años, calcula. De sol a sol. Hoy es madre de 10 hijos y lucha por ellos, varios hoy trabajando campos mendocinos desde que eran niños. Los más jóvenes trabajan durante las vacaciones en las fincas y vuelven para las clases contando los días justos de faltas permitidas. No hay certificados para los trabajadores del campo, todos en negro. Ella no participa de paquetes concursos de caballos. Sus animales pastan esquivando el ataque de las víboras. En sus tiempos de niña la vajilla era cosa de gente con plata “no había tasas, tomábamos en calabacines que cultivábamos”.

El pasado une a estas dos mujeres. Ambas tienen que ver con el Ingenio San Martín del Tabacal. Por el lado de Clemencia, el abuelo, el padre, el suegro y así, fueron trabajadores del azucar. El bisabuelo de Milagros, Robustiano Patrón Costas era el dueño del ingenio. Los parientes de Clemencia tenían que trabajar para Don Robustiano obligados porque este era el supuesto dueño de las tierras que habitaban estos curtidos trabajadores norteños. Robustiano les cobraba alquiler por vivir en “sus tierras”. Sin plata y por la fuerza solo les quedaba trabajar en el Ingenio, pagando con el trabajo de sus manos, forzando sus espaldas. Este es el pasado que une a estas mujeres, en un mismo camino. En la veredas opuestas. Mientras la familia Patrón Costas vivía del trabajo de estos obreros que los transformaban en una de las familias más ricas del norte, la familia de Clemencia sobrevivía a la esclavitud impuesta por estas familias adineradas. Sus organizaciones no pueden ser más opuestas. Una, la terrateniente Sociedad Rural. La otra se organiza con los pueblos originarios. Sus hijos militan contra las empresas que, apoyados en la represión policial, avanzan en el desmonte extendiendo la frontera agraria, expulsando pobladores. Milagros promueve junto a sus parientes empresarios la reducción de las áreas protegidas y promueve el monocultivo de la soja. Clemencia resiste en Lipeo. Milagros dispone de las clínicas más caras de Salta. Clemencia cuenta con un solo enfermero para todo Lipeo, que no trabaja los fines de semana. Prohibido enfermarse el fin de semana en este paraje. Ni hablar de ser picado por una víbora. Milagros cuenta con autos de alta gama. Clemencia tiene un puente peatonal en mal estado por donde acarrean la mercadería hasta las casas y la escuela. Milagros usa sus caballos para las exposiciones, para Clemencia sirven para transportar la mercadería. Patrón Costas, la empresaria, es parte de la gerencia del Frigorífico Bermejo y cuestionó las medidas del gobierno nacional en materia de carnes sin embargo es diputada K, afín a Urtubey. Es propietaria de “La Floresta”, campo de 4.000 hectáreas en Rosario de la Frontera, mil de las cuales están afectadas a la cría 700 cabezas de ganado vacuno y tiene una cadena de carnicerías. Clemencia tiene algunos animales distribuidos en las cercanías del Parque Nacional Baritú, de yungas. Posee una modesta casa, no necesitan mediciones, cada uno sabe adonde empieza y donde termina su casa en Lipeo, sin alambrados. Una es diputada K y bloquea la ley de bosques, la otra se organiza “por la comunidad, por los otros integrantes” no solo por ella misma, dice, “no se por que se enojan por eso”, aludiendo a los funcionarios.


Milagros y Clemencia. Dos ejemplos de que el 8 de marzo no es “el día de la mujer”, es el día de la mujer trabajadora. Dos ejemplos de que el grito de “pan y rosas” sigue presente y late en cada mujer explotada. A Milagros hoy no la saludamos, no es su día. No es el reflejo de quienes padecen la explotación, no lucha por las mujeres trabajadoras sino que fortalece las cadenas de nuestros verdugos. En Clemencia repercute el cantar de lucha de quienes dejaron la vida por sus derechos. Se repite y multiplica por todas partes y así llega y la encuentra a ella y al Club de Madres, en ese paraje lejano al norte de salta llamado Lipeo. A Clemencia sí la saludamos en su día, le damos un fuerte abrazo y nos tomamos de su brazo curtido para seguir peleando.

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